viernes, 8 de octubre de 2010

descansar en la aceptación

“El Buda histórico, Shakiamuni, dio un giro radical a su vida al ver acontecimientos que desafiaban la visión del mundo en la que se había criado. Rodeado de comodidades y alejado de todas las penas y tribulaciones de la vida ordinaria, el joven príncipe Siddharta vivía en un reino de fantasía donde la gratificación era instantánea y disponía de libertad para hacer todo lo que deseaba. No obstante, su encuentro con una persona anciana, un enfermo y un cadáver le llevó a reconocer y comprender que él también envejecería, se pondría enfermo y moriría. Su pequeño mundo de suposiciones tranquilizadoras se había resquebrajado y había descubierto una verdad sobre su existencia de la que no se podía recuperar. En consecuencia, abandonó su palacio, su fantasía y sus amigos y marchó en busca de caminos en los que pudiera descubrir si había alguna manera de encontrar la liberación del ciclo del nacimiento y muerte sin fin.”

“Aprendió técnicas de yoga, meditación y mortificación, pero a pesar de ello se dio cuenta de que no eran más que distintas formas de encubrimiento, nuevos ropajes que obscurecían la verdad desnuda que buscaba. Finalmente se sentó debajo de un árbol y juró que no se movería de allí hasta que fuese libre.”

“Y esto ocurrió cuando se deshizo de todo lo que le cubría. Cuando dejó marchar sus pensamientos, sentimientos, recuerdos, identificaciones, esperanzas y temores, permitió que su mente se expandiera, sin modificarla, fuese como fuese y llegó así a descansar en la aceptación abierta y total de las cosas tal como son.”


“Como había permitido que se fueran todos los factores condicionantes sobre los que se había construido su identidad anterior, se relajó la tensión: nada que defender, nada que hacer. Habiendo despertado de las suposiciones, su mirada era fresca y libre de apegos.”

“Aquel fue el momento fundacional de todas las tradiciones budistas y la fuente de inspiración para el desarrollo de muchos métodos de meditación.”

James Low:  Dejad que los nudos se suelten  (Cuadernos de Budismo nº 74)