sábado, 21 de junio de 2008

distensión progresiva 2 ***

*** por Francisco Bengochea

A lo largo de la vida, las circunstancias estresantes provocan que vayamos acumulando tensión física y emocional . Esta tensión es lo que causa el malestar. Para eliminarla, hay que dejar que se disuelva, dejando de alimentarla inconscientemente. Para ello, hay que dejar de “sujetar”, hay que “soltar”, hay que dejar de retener la tensión y permitir que fluya libremente, de manera que se disipe dejando el cuerpo y la mente calmados y en paz.

Para entrar en distensión, hay que “dejarse ir”, abandonar el control de las sensaciones y emociones y permitir que fluyan sin trabas. Para ello hay que perder el miedo a lo que pueda suceder, confiando en que realmente no hay nada malo en el proceso; por el contrario, sólo hay que esperar sentirse cada vez mejor. La distensión, como todo, requiere un esfuerzo, y a veces requiere tener el valor de lanzarse a algo nuevo, de “dejarse caer” sin saber realmente dónde se va a ir a parar. Por otro lado, requiere también tiempo. La tensión es algo que hemos ido acumulando durante mucho tiempo, y deshacerla no es cuestión de unas cuantas sesiones de meditación. Para obtener resultados hay que practicar asiduamente. Si bien los cambios empiezan a notarse desde el principio, para obtener resultados a largo plazo es necesaria una práctica continuada durante meses e incluso años. En cuanto a dónde practicar, al principio hay que buscar un sitio tranquilo donde nadie nos moleste, pero después se puede llevar la distensión a cualquier lugar.

Ponte cómodo en un sillón, en una silla o en una cama. Quédate inmóvil y espera a que surja esa inquietud que siempre nos impele a cambiar de postura o a buscar algo que nos entretenga. Pues bien, el “juego” consiste en no responder a esa inquietud y, en lugar de removernos, permanecer quietos dejando que la tensión se mueva libremente en la dirección que quiera. Precisamente esa dirección es la correcta, ya que por naturaleza la tensión tiende siempre a disiparse. Al principio puede resultar muy difícil permanecer inmóvil mientras la tensión surge de las profundidades y se agita violentamente en la superficie, ya que lo que hemos estado haciendo toda la vida es precisamente evitar esa situación, empujando las olas de nuevo hacia el interior, donde han seguido dañando al cuerpo y a la mente y provocando malestar. Si por el contrario no reaccionas contra esa manifestación de la agitación interna, ésta poco a poco va calmándose, disolviéndose en el vacío, y el cuerpo va quedando lentamente libre de esa tensión que te ha estado haciendo tanto daño a lo largo de toda tu vida. Por otro lado, la práctica de la distensión implica que ya no se acumula más tensión, ya que al tiempo que se disipa la ya acumulada, también se impide la producción de tensión nueva.

Cuando algo nos molesta, nos inquieta, nos produce malestar, lo que solemos hacer es luchar contra ello, intentando controlar de algún modo esas sensaciones desagradables. La distensión, por el contrario, lo que hace es no reaccionar, no luchar contra ello y dejar que las emociones fluyan y poco a poco se disuelvan en la nada, dejando de producir sufrimiento. Al principio, la emoción negativa surge y, si no luchamos contra ella, se va desarrollando hasta producirse una exacerbación del malestar. Si huimos reaccionando como hemos hecho siempre, volveremos también a donde hemos estado siempre. Pero si seguimos sin reaccionar y dejamos que las cosas sigan su curso, la emoción negativa empieza poco a poco a remitir, esa tensión violenta que nos hacía sufrir se va convirtiendo en una vibración cada vez más tenue, que finalmente se hace prácticamente imperceptible. La tensión se disuelve, el malestar cesa.




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