viernes, 7 de agosto de 2009

no-acción y dejarse-ir

“Según Naranjo (1991), la meditación es un territorio multidimensional de innumerables formas. Cada tradición espiritual tiene una o más de una. Sin embargo, cuando se analizan diversas formas de meditación, se observa que en todas ellas se encuentran ciertos componentes primordiales. Se trata de “el silencio mental”, “la atención a la respiración”, y “la visualización”. Parece que estos tres componentes de la meditación provienen de tres dimensiones subyacentes.”

Una primera dimensión subyacente y “bipolar” de toda meditación transcurre entre la “no-acción” y el “dejarse-ir”. En un polo, el de la “no-acción”, se halla el “calmar la mente”. Es la inhibición de la actividad, que incluye la relajación física, la pacificación de las emociones y el silenciamiento de los propios pensamientos, diálogos internos y fantasías. Se podría decir que aquí el meditante es invitado a identificarse con el “motor inmóvil”, con el centro silencioso de la creación.”

“En el otro polo, el del “dejarse-ir”, se destaca la entrega a un proceso de ausencia de ego, de manera semejante a lo que tiene lugar en los trances chamanísticos y proféticos o en las artes taoístas y del zen. Se podría decir que, aquí, se trata de una invitación a participar en la “danza cósmica”.

“Ambos caminos no son contradictorios sino complementarios. El “des-apego”, típico resultado de la meditación, es ocasionado tanto por la “detención” de la “no-acción”, como por el “fluir” del “dejarse-ir”. Cualquier meditante avanzado conoce un estado en el que se unen la calma y la libertad interna. Por ejemplo, cuando un individuo, en este ejercicio, se entrega a una espontaneidad desprovista de ego, que equivale a un “dejarse-ir”, esto mismo le conduce al silenciamiento de la mente o “no-acción”.

Eduardo Pintos Vilariño: Psicología transpersonal. Conciencia y meditación (Ed. Plaza y Valdés)



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