miércoles, 29 de octubre de 2008

consideraciones generales ***

*** por Francisco Bengochea

La distensión relaja la actividad mental, con lo cual mejoran significativamente las capacidades intelectuales (al contrario de lo que ocurre en situaciones de estrés).

Normalmente asociamos el malestar a unas causas externas a nuestra mente. La meditación parte del principio de que entre esas causas y el malestar está la tensión que se genera de forma inconsciente. Si eliminamos el paso intermedio, la tensión, las causas externas no tienen poder para producir sufrimiento.

Los efectos de la meditación se notan desde el primer momento, pero para conseguir efectos realmente profundos se requieren cientos de horas de meditación, a lo largo de meses y años de práctica.

La meditación debe llevarnos a la distensión, y eso hay que percibirlo en cada momento; no sirve de nada pensar que estamos avanzando si no lo sentimos realmente.

Para entrar en distensión, la técnica consiste en estarse quieto sin hacer nada y dejar que la tensión fluya libremente, dejando de retenerla.

Cuando la tensión acumulada empieza a deshacerse, puede en ocasiones resultar incómodo y requerir de un esfuerzo por mantener la posición.

Cuando permanecemos quietos sin hacer nada, nos parece que nos ponemos en tensión, pero en realidad esa tensión ya existía dentro de nosotros; lo que ocurre es que en ese momento se hace evidente, lo que nos da la oportunidad de observarla y dejar que se desvanezca.

Al principio puede ser difícil aceptar que la meditación pueda eliminar sensaciones intensas desagradables; es necesaria una cierta experiencia para ver que eso sucede realmente.

Cuando entramos en distensión es cuando nos damos cuenta de la cantidad de tensión de la que normalmente estamos cargados.

Lo que nos interesa es deshacer la tensión, no averiguar en qué consiste esa tensión o conocer sus causas; esto es en la práctica irrelevante.

Al relajarse la mente en una forma desacostumbrada, se pueden producir sensaciones también desacostumbradas, que no resultan desagradables sino todo lo contrario; no hay que tener miedo de ello, es sólo un signo del cambio positivo.

La distensión progresiva es una forma de meditación que no requiere ningún tipo de ejercicio mental, salvo concentrarse en lo que se está haciendo (como cuando leemos, o vemos una película).
La distensión es una práctica sencilla y fácil de entender, pero al principio puede ser difícil de llevar a la práctica, y requerir perseverancia y un cierto compromiso.

Las dificultades pueden venir del hecho de no tener tiempo; de no tener suficiente motivación (por ejemplo, no tener problemas graves); de no querer realmente deshacerse del malestar; de no creer que la técnica sea efectiva, etc. La cuestión es si se siente la necesidad de alivio y, en ese caso, probar la técnica y ver si funciona o no, teniendo en cuenta que normalmente no se consiguen las cosas a la primera, y que lo que hay en juego es algo de enorme importancia.

Se trata de una técnica esencialmente terapéutica y sin un contenido doctrinal, por lo cual es compatible prácticamente con cualquier filosofía de vida.

La postura debe ser lo más cómoda posible, sentado o tumbado, aunque también se puede meditar de pie o caminando.

El tiempo dedicado a meditar se aconseja que sea diario, en sesiones de al menos una o dos horas.
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Retenemos la tensión porque, de forma inconsciente, tenemos miedo de que nos suceda algo si dejamos de hacerlo. Hay que tener claro que dejar ir la tensión es siempre algo positivo.