Muchas veces, la intranquilidad es el producto de algunos acontecimientos pasados: sentimientos de culpa, enfermedades o deseos insatisfechos. Generalmente, las personas tenemos la capacidad de camuflar estos sentimientos y evadirlos, pero durante la meditación debemos aprender a mirarlos de frente, constatar su existencia sin reprocharnos por ello, pero tampoco identificarlos con nosotros mismos, sino observar su transitoriedad, verlos como unos superficiales estados de la mente que aparecen y desaparecen como pompas de jabón y constatar, de esta manera, que en realidad, no tienen poder alguno sobre nosotros."
"Cuando tratamos nuestra práctica con mucha seriedad y los resultados no son los esperados, nuestro progreso no cumple con las expectativas y parece imperceptible, muchas veces nos sentimos incapaces de seguir este camino, desalentados y hasta con rechazo hacia la meditación misma. Cuando esto ocurra sepamos, en primer lugar, que éste es un fenómeno muy común que le pasó casi a todos los meditadores en la fase inicial de su práctica y que, por lo general, se origina a causa de una demasiada y exagerada expectativa que ponemos en esta práctica. Sin bien es cierto que la meditación sostenida, a medio y largo plazo, puede proporcionar un bienestar incomparablemente mayor, la disminución y hasta cese de las frustraciones y sufrimientos, también es cierto que esto nunca sucede desde el inicio y se aleja de nosotros cuando se vuelve tan sólo un objeto más de nuestras ansiedades. De modo que, en segundo lugar, cuando nos enfrentamos al desaliento o pensamos que estamos derrotados, tratemos nuestra derrota como una reacción emotiva más, no permitiendo que la misma nos envuelva y se desarrolle. Si la observamos desde una perspectiva, si tomamos conciencia del sentimiento de la derrota, simplemente desaparecerá."
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